+50 CAMINOS. EL TELÉFONO (II). Atender, no contestar.




El teléfono de un despacho se podría comparar con una carretera convencional. Un solo carril para cada sentido de circulación exige conducir con los cinco sentidos.

Todas las  llamadas –de entrada o de salida- son importantes y van conformando y avalando nuestra imagen. Una actitud prudentefacilitadora conciliadora sería la deseable frente a esta seductora, aunque peligrosa herramienta en caso de no utilizarse de manera correcta.

Para atender adecuadamente un teléfono es esencial saber, de forma rigurosa, cuáles son los objetivos y dónde está el límite. Aunque exista una línea corporativa, las estrategias cambian dependiendo del propósito inmediato: dar o solicitar, atraer o alejar.

La información que se ofrezca debe ser clara y exacta:  ni menos, ni más. Darla con cuentagotas y precisión o de manera profusa y generosa, además de hacerlo en el momento oportuno, puede ser la clave de muchos éxitos. No hacerlo, ya sea por desconocimiento, imprudencia o peor aún, desinterés, podría conllevar de manera rápida arruinar el trabajo de otros.  

Por esa razón, si nos viéramos en la necesidad de encargarnos de un teléfono y no tuviéramos total seguridad, lo más adecuado es, con toda la humildad y la mejor actitud, no tratar de escenificar un papel que no nos corresponde. El  “tomo nota y después le llaman” es más, en la mayoría de los casos, un peldaño hacia el éxito que un demérito y suele demostrar una actitud de madurez, lealtad y aprendizaje

Estar en un secretaría, sea del rango que sea, exige permanecer con los cinco sentidos siempre alerta. Enfrascarse en  una  parcela,  aunque se realice de forma excelente,  y dar la espalda a todo lo que ocurre alrededor con frecuencia aísla y descalifica para desempeñar algún cometido más que vaya aportando experiencia y conocimientos.  Como en el caso de atender, no contestar,  un teléfono, por ejemplo.

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