+50 CAMINOS. EL ESPACIO (II). Orden
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Me gusta recalcar e insistir mucho –y siempre utilizando las mismas palabras para fijarlas- en que una secretaría debe ser un espacio abierto y facilitador, que favorezca las relaciones e impulse y apoye las tareas de sus clientes. Un espacio, además, que infunda máxima confianza.
La confianza, que por regla general se tarda en conseguir, podemos perderla en cuestión de segundos. No se genera sola, ni se sostiene a base de suerte o milagros, aunque éstos últimos, con mucha constancia, experiencia y habilidad, se pueden provocar. Pero la confianza, hay que sustentarla en el trabajo planificado, organizado y ordenado.
Hablo de orden en su concepto más amplio, que debe afectar tanto al método de organización como a la apariencia y la actividad diaria: la improvisación por sistema es letal, agotadora y no aporta más que decepción, aunque puede darnos efímeros y contados momentos de acierto.
El orden es un espejo que proyecta nuestra imagen y ésta a su vez, en un primer golpe de vista captura y seduce a propios y ajenos. Después, hay que defenderla con perseverancia, firmeza y eficacia. Por eso, que la oficina sea una zona ultra recogida es fundamental, y más aún, que ese orden no sólo alcance al espacio más expuesto a las miradas, sino también al más escondido, al que solo tenemos nosotros acceso y que es la herramienta que nos facilita el trabajo. Hablamos de mesas, cajones, archivo virtual y físico, material de oficina, etc.
Si somos capaces de mantener el orden, de “limpiar” y quitarnos del medio lo inservible, de que cada cosa tenga un su sitio y que en cada sitio esté lo que buscamos y de implantar y conservar esta rutina diaria en el sistema de trabajo, seremos capaces de salvar momentos límites de extrema tensión y mantener la clama que nos permita resolver con acierto, proyectando confianza en y hacia nosotros y nuestro trabajo.
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