CUESTIÓN DE UN GIN-TONIC, SIMPLEMENTE


Hay momentos en los que cuerpo y mente se revelan y, a su manera, reclaman y piden atención. El auténtico problema está cuando no eres capaz  de entender que hay que parar y atenderlos o no sabes qué darles. 
El final de año es una época muy propicia para que el cansancio, los problemas, lo que no va a ir bien nunca más, lo que no va a ser o  los que se han ido, se amontonen y te circulen por las venas haciendo estragos; colapsando -y esa es la palabra exacta-   las resistencias, los sistemas y los recursos. 
Además, acumulado  al cansancio habitual está la tensión  imprevista de una desconcertante y continua espiral que ha hecho añicos pasado, presente y futuro; que nos está obligando a un sobre esfuerzo de todo tipo, a reinvenciones mágicas e imposibles, a teorizar sobre lo no teorizable, a lenguajes y medios de infarto y lo que es peor, sin saber muy bien para qué  o si va a servir de algo.  
Arrastrando el corazón, más que los pies, llegué esta mañana  a mis tareas. Mi cuerpo y mi cerebro no se reconocían  y entre las posibilidades, un choque frontal que me llevara por el medio. 
Me iba dando a mí misma instrucciones muy sencillas. Calma. Cálmate. Escucha. Mira ahí fuera. Respira fuerte. ¡Vas demasiado abrigada! Recuerda qué te produce satisfacción, en qué paisaje te recuperas. Piensa. Piensa. Piensa. Sonríe más. Más.
Es siempre quién menos lo esperas, aunque sí imaginas su capacidad reparadora, quien se hace cargo de ti y te aporta la conexión que te está fallando con  el mundo real, que es el que importa. Te ubica con un dulce tirón de orejas en la cresta de la ola que  estabas apunto de dejar pasar: tú misma. De su mano llega la justa reconciliación y la breve reflexión que sin curar, empuja y sitúa en el lado más correcto y sencillo, aportando la  frescura que habías dejado  por el CAMINO .
Y es que, la mayor parte de las veces,  poder seguir    "es cuestión de un gin-tonic", simplemente. 
Feliz Navidad, caminantes.  

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