DULCES MAREAS. EL DIARIO DEL CIUDADANO PEZ. Pez acompañado.



No siempre,  este papel de buceador dañado y triste que me he asignado,  me sigue. A mi alrededor, por más que cierre los ojos y los poros,  llega  la vida sin avisar y explota, encogiéndome las escamas, pellizcándome las arterias, caldeando este friolero corazón que no termina de arrancarse.  
Veo, a pesar de ser miope, con nitidez y distingo desde lejos lo bueno de lo malo. Sé, que de ambas remesas hay cantidad suficiente para todos y que es matemáticamente imposible que me encuentre, precisamente a mí,  solo lo peor.
Algunas veces, mientras  paseo y nado a lo largo de mi río, de mis senderos, de mis puentes,  puedo tocar, oler y sentir que no estoy solo, totalmente y siempre, por mucho que me obstine. Fogonazos de esperanza que me hacen sonreír, pero, por desgracia,  me vuelvo a nublar  rápidamente.
Observo como la fuerza y la constancia de la naturaleza renueva los paisajes, inicia y termina ciclos, comprende,  respeta, incluye las diferencias de cada uno y las transforma en una  riqueza inmensa. 
Eso debe ser vivir, ¿no?  Recibir, respetar, transformar, entregar…
Por favor,  ¡ojalá sea capaz de aprehender! 



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