¡FELIZ DÍA DE REYES, PAPÁ! AMANECIENDO



La magia en la que yo creo la aprendí de mis padres. Ellos hacían magia de muchos tipos, pero la de la Noche de Reyes era especial y preciosa. Hasta hace muy poquito, cada 5 de enero me encargaba de devolver a mi padre -sólo desde hacía demasiado tiempo- un poquito de la ilusión con la que me enseñaron a vivir a mí ese día.

Él, mi hija y yo solíamos cenar juntos la Noche de Reyes; en  un mesa humilde pero repleta, que él sabía llenar como nadie de todo lo necesario: cercanía, cordialidad y cariño. Hombre de costumbres, horarios y rutinas, una vez acabado el último whisky se retiraba a dormir. Su sueño, profundo y continuo, siempre nos dio mucho margen de maniobra. Eso sí, a las ocho, se levantaba para cumplir con otro de sus rituales: la misa diaria.

En cuanto se acostaba, el salón familiar, de nuestra mano, se iba transformando en un pequeño escenario de ilusión. Como cuando éramos pequeñas -ambas, ella y yo- , removíamos los mueble un poquito (quizá para darle sabor a pasado), repulíamos sus zapatos y sobre la mesa, colocados con el mayor esmero, algunos regalos y un roscón (que tanto le gustaba desayunar) junto a una nota rotulada a mano, imitando las que él nos hacía, con su nombre y un mensaje de Melchor, Gaspar y Baltasar.

Algunas veces, cuando no podíamos por cualquier circunstancia compartir cena, de madrugada me colaba en su casa y arropada por su sueño profundo, cumplía con mi misión de paje real agradecido y convencido.  Atravesar aquel pasillo de nuestra casa  para caldearle un  poquito la emoción me valía -me valió durante mucho tiempo- para demostrarme a mí misma que sí, que algo había aprendido de ellos y quizá lo más importante.

Conservó en una de sus mesillas de noche, hasta que murió, todas las figurillas y baratijas sorpresa que  le iban tocando roscón tras roscón porque hasta eso estaba previsto: jamás permití que le tocara el haba, esa era para mí.



Comentarios

Manuela Movilla ha dicho que…
Me he emocionado.
RPATOYCID ha dicho que…
Gracias, Manuela. El abuelo era pura emoción y nada va a hacer que nos olvidemos. Besos.