DE MAÑANA. ¡Sonría, por favor!

Hace unos meses que llevo fijándome en cosas a pie de calle. Ya les hablé, hace unos días, de mi barrio y sus habitantes. 

Por esa parte, me alegra bastante porque van floreciendo los negocios y las ilusiones de los vecinos a pasos de gigante, pero hay una cosa que me preocupa y es que, vaya donde vaya, veo gente enfadada, no triste, sino con ganas de discutir, de pelear; hablando a voces y con muy malos modos. Unos a otros, las mamás a los niños, las parejas, entre amigos, entre desconocidos, a la cara, por el móvil…. 

Siempre protestando por algo y la mayoría de las veces sin motivos aparente, solo las  ganas de… ¿de qué? ¿qué sentido tiene estar en contra de todo? ¿qué motivo hay para devolver un zarpazo a la persona que te entrega su sonrisa, su tiempo, su trabajo e incluso su amor?

No entiendo, se generan debates incendiarios en las redes sociales por la más mínima e insignificante noticia. Nadie respeta a nadie y parece que la moda es ir en contra de todo y de todos. Pues no, siempre hay un matiz al que dar la vuelta. Una forma distinta de enfocar cada idea, un gris entre el blanco y el negro, pero claro, es más fácil quedarnos en nuestra zona de confort y no curiosear fuera de ella y así  no tener ideas que nos hagan pensar,  ¿verdad?

No señores, ¡relájense! Se dice que por cada minuto que se pasa uno enfadado, pierde sesenta segundos de felicidad. Matemática pura, lógica aplastante. Algunos no le sacarán el sentido a la frase (a ellos, que dejen de leerme, por favor. Gracias).

Cierto es que no estamos para perder el tiempo porque la prisa manda y que no hay más que habas contada, todos los sabemos de sobra… ¡Por eso mismo, sonrían, por favor! ¡Denle la vuelta a las cosas, viajen, lean, amen, acaricien a un animal, hablen con desconocidos, paseen, observen, abran los ojos, escuchen música, actúen por los impulsos del alma y no por lo aprendido, no se queden con lo primero que les venga a la cabeza! Saluden, despídanse, den las gracias, sean amables, respeten la libertad de los demás y el camino será mucho más fácil, más divertido y las nubes negras se evaporarán. 

Empiecen por uno mismo y pruébenlo. Es muy saludable y muy recomendable. Cuando algo les enfade, cuenten hasta cien. Verán que nada es lo que parece y resulta que, si derribamos barreras, o salimos de nuestro inframundo lo que parece negro, acaba siendo cristalino

¡Muy buenos días, caminantes! Vamos allá, queridos.

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