DE MAÑANA. No me canso de agradecer



Nunca es excesivo agradecer. Hasta la más mínima cosa que nos pasa, lleva la bendición de alguien o de algo. Sea quien sea y lo que sea: gracias.
Ocurre que muchas veces ese empujón bendito llega desde muy cerca y te lo da quien apenas te conoce.
He vivido situaciones en las que se ha brindado a mis superiores, colegas y supuestamente amigos, la oportunidad de echar a volar y hacer valer mis cualidades, mi dedicación y mi tozudez en hacer que las cosas salgan y marche de la forma más correcta y menos engorrosa. Nunca llego ese reconocimiento. Un silencio universal se apoderó de sus gargantas y sus memorias.
Ahora, en este momento raro que vivo, pero interesante... son desconocidos quienes van o poner por el dedo en la llaga de la perezosa administración, recomendándoles o recordándoles que se puede, siempre se puede no solo a veces, mejorar las condiciones del  trabajo, dotándolo de apoyos,  y con ellos,  la calidad de un servicio. Hay muchas más historias feas en la administración que aquellas que salen en los periódicos. Cada día vulneran -legitimados un artículo no escrito: yo te doy, tú me das; yo me callo, tú te callas- las promesas de transparencia, legalidad e igualdad de oportunidades.
No es verdad, porque no puede serlo, esa arenga con la que nos machacan en las campañas electorales. Los favores existen y se pagan y los beneficiarios son y serán los elegidos, los cercanos, los que pesan más que valen en la mayoría de los casos.
Se que muchos pensáis que la legalidad se alinea con estar situado a la derecha o a la izquierda. No, la legalidad se alinea con la persona y las personas que llegan al poder se encuentran con un sistema viciado imposible de sanear. 
Ni unos ni otros harán nada por mi, pero ahí está el reconocimiento de la gente que, piel con piel, ha hecho posible que mi propia estima rejuvenezca y vibre. 
Gracias, compañeros.
Graciñas, amigos.


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