DE MAÑANA. Escribir o no escrita, esa es la cuestión



Algunas veces, no pocas, me han preguntado por qué no escribo más. Ese sencillo "más", que se dice de un tirón y se acentúa,  lleva en sí, no solamente tiempo, sino vivencias y un proceso que no se inicia cuando una quiere.
No soy escritora de oficio, no escribo cada día, ni de todo (no contemos redes sociales) ni a cualquier horas.  Tampoco entiendo a los escritores compulsivos que cuentan, riman e hilan historias, palabras y sentimientos que no tiene ni entienden y se nota que no comparten. 
¿Dónde nace lo que escribo? Soy, básicamente,  escritora de pequeñísimos hechos  en forma de poesía o artículo, llenos de verdades como puños y sentimientos reales, auténticos, dolorosos o satisfactorios (los menos: cuando soy feliz, me dedico a serlo 24 horas por día)
No me cuesta escribir y esto no es un farol ni una chulería. A otras personas no les cuesta cocinar,   hacer crucigramas, rodar películas, tocas instrumentos o hablan idiomas... Yo soy capaz de escribir y dejar por escrito lo que siento o pienso o no entiendo. Un talento del que tendré que dar cuentas si  al final de mis días no lo he hecho crecer.
¿Qué necesito para escribir? Imágenes. 
Necesito ver. Necesito impactarme. Necesito detenerme ante algo o alguien y que me capture. Al cabo de los días, cuando ya he procesado qué, cómo, por qué... las palabras salen solas, una detrás de otra sin pedir permiso.
No suelo corregir lo que escribo. Sale directo y preciso, tal como lo he sentido, padecido y dilucidado.
El resto, ya es decisión del que lee. Por mi parte, si alguna historia, palabra o imagen  le ha servido a alguien,  solo queda dar las gracias y continuar. 

Buenos días, caminantes.




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