DE MAÑANA. ¡Ay, esos espejos!



Huyo de los espejos como de las malas digestiones. Reconocerse no es un ejercicio a la altura de cualquiera, de la mía no.
Me da la impresión de que este esqueleto que me guarda el alma no me está siendo fiel. Cada día estoy más convencida de que envejecemos por parte y a distintas velocidades. En este momento mi cabeza tiene una edad, mi cuerpo otra y el espejo una tercera...
Los genes tienen mucho que ver en todo esto, en el envejecimiento digo. Mi familia es longeva, de piel tersa, ideas claras y aspecto juvenil. Lo llevo todo, pero ese espejo, ¡ay, ese espejo! no sé porque se empeña en llevarme la contraria...
El lunes llamo a un cristalero...
¡Feliz día, caminantes!




* En la foto, Pocha, no Flandisca de Asís.

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