LA ESQUINITA DE BO. ZONA OSCURA DEL CALENDARIO



Ya sé que el verano no puede ser eterno; también conozco  los inconvenientes del calor anómalo. Aún así, no me apetece mucho que termine esta tregua térmica y, sobre todo, la  lumínica: será  la falta de luz -y no el frío- quien me meta en casa a celebrar el otoño y a esperar al invierno.
Este año, duro donde los haya, en mi calendario queda pendiente disfrutar el verano. No he podido  visitar el  mar serenamente y, a estas alturas,  para cuando vaya, sus rugidos no me darán lo que necesito: llego falta de calor, con la cabeza en forma de embudo y los pies de zapato abotinado. Él, fiero o en calma, tendrá que hacer el milagro  de devolverme pletórica y con un color que evidencia relax, reset y un final de temporada a oscuras, pero bien aprovechado y suculento.
Volvamos a la luz.
Gusanito y yo salimos todas las tardes sobre las 7 a dar un último paseo lento y meditabundo que  nos devuelve a casa con los deberes hechos. Allí, nos esperan las zapatillas preparadas y las aficiones a las que dedicamos las últimas horas de actividad. Desde este sábado, toca un ajuste agenda porque adelantar el reloj para nosotros es adelantar rutinas hasta que los días empiecen a ser más luminosos y el cuerpo se desperece. 
No nos gusta la oscuridad, pero menos que el otoño nos arranque alguna hoja que, ¡vete tú a saber!, si podremos recuperar.







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