Desconexión a pleno pulmón
Y es que, definitivamente, estoy en guerra con la conexión 365/7/24, es decir, todo el año, siete días a la semana, 24 horas al día... Esto no me impide estar al día, tampoco supone descuidar mis alrededores o mi trabajo. Todo -como todo- es cuestión de prioridades, organización y de educar la impaciencia de los demás.
Yo estoy siempre y contesto a todo y a todos. Lo que ya no hago es mirar el teléfono (sí llevarlo siempre, es un medio de comunicación rápido y puede salvarte la vida) cada vez que le da por pitar y muchísimo menos, si estoy rodeada de belleza, de amigos, enfrascada en una buena lectura, una conversación o explotando al máximo mi soledad por esos caminos maravillosos que voy descubriendo.
Dice el Eclesiastés 3.1: "Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del sol tiene su hora".
Desde que adquirí mi primer móvil, por la novedad y supongo que por mi trabajo también, siempre llevaba encima el último modelo de dispositivo. En fin, cosas puntuales de la vida, por suerte.
Dios, que es muy listo, me ha dotado de nula capacidad para cuidar de ciertas cosas (tecnología, coches, ropa...), así que, en menos de un año, "ahogué" tres teléfonos última generación. Como suena: uno, dos y tres. Multipliquen Vds.
Se me quitó la tontería al mismo ritmo que mi cuenta corriente bajaba, por lo que, de pura rabia, adquirí uno bastante básico y pequeño. Tanto, que el pobriño no tenia capacidad más que para lo justo: llamadas de ida y vuelta, correo y una app de mensajería.
Llevamos años con una relación sana y ordenada. No le pido más que fidelidad; él, me perdona mis prolongadas ausencias
Desconectaros, queridos. Quitad la pantalla entre el mundo y vosotros. La vida es lo que se ve cuando llevas la cabeza levantada y además, lo mejor de ella no se puede compartir en redes: la emoción en vivo y en directo.
¡Buen camino a todos!
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