EL SECRETO

 



El otro día me preguntaban qué hacía para no aparentar la edad que realmente tengo. Fácil, aparte de la genética que me ha sido regalada, dije, el secreto es que llevo muchos años dedicándome a mi.

Esto no quiere decir que no cumpla o desatienda mis  obligaciones, ni mucho menos, pero sí tiene mucho que ver con que mi espacio vital, donde respiro y me nutro, está únicamente habitado por mi, lo que me permite atenderme como merezco y no desgastarme cada día en batallas extenuantes.

Sé que lo que digo puede confundir o abrir brechas, pero es cierto. El cuidado de una misma, por regla general, se pospone, aplaza o anula por los acontecimientos doméstico y familiares que siempre están antes de cualquier otra cosa, incluso las obligaciones laborales. Ser el CEO de una tribu es muy complicado, agotador y con el cargo van las renuncias e insatisfacciones que, como poco, frustran y erosionan por dentro y por fuera.

He tardado mucho en llegar a la serenidad en la que vivo ahora y a ella contribuye en gran medida, com he señalado al principio, mi casa. Un espacio en el que en cada rincón se me reconoce nítidamente, donde el silencio discurre sanador y las voces tienen un tono pastel.

¿A qué he tenido que renunciar? Bien, y este es el verdadero secreto: yo no he renunciado a nada Siempre he sabido que vivir en pareja no es de mi gusto; tengo hijos y hemos aprendido a no invadir o vulnerar  nuestros espacios, tiempos y necesidades; tengo una gran familia que acepta mis idas, venidas y desapariciones con toda normalidad; los amigos aceptan también mis forma de quererlos.

¿Cómo se consigue? Teniendo claro quien eres y no variando de ruta. Usando la constancia, como estrategia, el respeto como actitud y tu hogar como el epicentro del mundo. 

Llegar cada día a casa (recogida, silenciosa y caliente) es para mí uno de los mayores placeres que puedo permitirme, me permito y cultivo. Aquí todo el mundo es bienvenido, nadie sobra, pero si entras tienes que respetar las señales que de alguna manera u otra voy mandando. Igual que yo respeta las que recibo.

Poder organizar el tiempo, reflexionar, aburrirme, descansar cuando toca, cultivar aficiones, conectar y desconectar a demanda es lo que me mantiene en forma, física, mental  y espiritualmente. 

He decidido vivir así: atender y desatender intensamente y siempre en orden de prioridad. Hacerlo de otra manera sería ir contra mí misma y nada tiene que ver con ser egoísta o egocéntrica, muy al contrario porque cuanto mejor esté, más válida soy.



PD. También recomiendo no dejar hervir la sangre antes de que se confirmen los hechos.









 



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